Celebra la misa dominical a las 12,30 el Párroco, Don José María Mínguez, que lo hace en una capilla amplia, pues en invierno hay pocos vecinos. El templo grande queda para el verano, donde vuelven muchos emigrados y sus familias, y para determinadas solemnidades.
Se trata de un templo entre la tradición clasicista y el barroco iniciado en el XVII y acabado en el XVIII, con una portada de los maestros canteros Manuel de Isasbiruil, y de Domingo de Ondátegui que también realizó la torre. Tiene tres naves, que se desarrollan a la misma altura. La nave central destaca por su mayor anchura y porque incorpora una cúpula barroca muy característica desde las últimas décadas del siglo XVII. Posee una notable riqueza retablística, con ejemplos barrocos y buenas muestras neoclásicas como el retablo mayor.
En 1778 se vende el retablo viejo del Altar Mayor a la parroquia de
la Trinidad de Roa. En su lugar se colocó uno nuevo, financiado por el
canónigo sotillano Juan Antonio Serrano, de caracteres neoclásicos pero
con evidentes reminiscencias barrocas, acorde a los modernos
presupuestos estéticos de la época.
En la gran hornacina central se aloja la imagen de Santa Águeda. Dos
pequeños medallones dorados reflejan escenas de su prisión y martirio y
en las calles laterales aparecen San Juan Bautista y San Jerónimo. El
remate contrasta con el cuerpo inferior por su abundancia de imágenes
que es un efecto buscado de acumulación y de movimiento propio del
barroco final. El conjunto del presbiterio se completa con una pintura
mural que decora los muros hasta el arco triunfal.
Varios retablos han sido instalados en la antigua sacristía, que expone también casullas y otros elementos litúrgicos de gran belleza, formando un pequeño y representativo museo.
Cada una de las capillas es un verdadero tesoro que para sí quisieran muchas iglesias.
El Cristo del Miserere tiene gran devoción popular y mucha valía artística.
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