miércoles, 15 de marzo de 2017

Misa Dominical en Jesús de Medinaceli. La milagrosa imagen que sobrevivió a los mahometanos, Napoleón, la Desamortización de 1834 y a los rojos de 1936

Misa Dominical de Cuaresma en Jesús de Medinaceli, gran Basílica madrileña que goza de gran fervor popular. 7 misas cada domingo y 2 más del sábado por la tarde. Todos los viernes, 11 misas. El primer viernes de marzo han llegado a ser 25 misas y el templo permanece abierto 28 horas seguidas para acoger a los cientos de miles de penitentes que acuden a besar la imagen y pedirle 3 deseos, de los que uno se cumple inapelablemente.

Un templo enorme y lleno, casi siempre con personas de fuera del entorno de la parroquia, pues quedan pocos vecinos y ancianos en el barrio. Para los que dicen que las iglesias están vacías, que son los que van cuando hacen visita turística y no hay nadie.
Atendida por franciscanos capuchinos, atiende también confesiones de forma constante. Es uno de los sitios seguros donde encontrar confesores.
Las misas están cuidadas, con música y cantos. Varios frailes reparten la Sagrada Comunión y es posible comulgar de rodillas, pues hay un largo comulgatorio de mármol.
La espectacular imagen de Jesús Nazareno, Jesús Cautivo, elevado majestuosamente en las alturas, lo llena todo. El magnífico mosaico eucarístico que le da soporte lo realza más aún.

 La imagen de Jesús es una talla de la escuela sevillana del siglo XVII, posiblemente de Juan de Mesa o su taller.
Los primeros viernes de marzo se baja la imagen al Altar Mayor, a fin de que la inmensa multitud que acude pueda besar el pie de la imagen con mayor facilidad y rapidez sin subir y bajar tantas escaleras.
Suelen acudir miembros de la Familia Real y representantes públicos, así como personajes conocidos.

La imagen fue llevada por los capuchinos al fuerte que las tropas españolas tenían en la ciudad marroquí de Mehdia, rebautizada Mámora o San Miguel de Ultramar, y será apresada por los moros cuando en 1681, el Rey Muley Ismail arrebata a los españoles la ciudad que éstos habían conquistado en 1614. Trasladada a Mequínez (Meknes), donde según se dice fue profanada y hasta arrojada a las fieras (a la derecha, pintura de Juan de Valdés Leal, en 1681), de allí la rescatarán en 1682 los monjes trinitarios. El Rey moro exigió su peso en oro. Ellos tenían sólo 30 monedas de oro, pero cada vez que las pesaban en diversas balanzas, equilibraban siempre el peso de la imagen, por lo que se la llevaron a Madrid.
Entró en la capital de España procesionando un primer viernes de marzo. Por eso desde entonces el primer viernes de marzo se le celebra y visita especialmente.

El templo también fue afectado por los destrozos de los soldados de Napoleón y su rey intruso, José Bonaparte, debiendo refugiarse la imagen en la iglesia de San Sebastián.
Después vendría la Desamortización de Mendizábal, el judío masón que decretó la disolución de todas las órdenes religiosas y la incautación de todos los bienes de la Iglesia y de los municipios.
 Inmensas colas se forman para entrar y desde muchos días antes ya hay personas guardando cola y sitio para amigos y familiares.
En esta foto de ABC de 1926 se observa ya cómo entonces se mantenía esta práctica religiosa. El fotógrafo que la hizo, Julio Duque, fue asesinado por los rojos en 1936.

 Muy deteriorado el edificio, se comenzó a reedificar en los años 20 del siglo XX. Este proyecto neobarroco no prosperó a causa de su coste.
 Lentamente se fue reedificando el nuevo templo, que sería inaugurado en 1930, que sufrió nuevos destrozos en 1936 (lo rociaron con gasolina, pero los feligreses consiguieron apagar el incendio. Luego fue ocupado por el Batallón anarquista de Margarita Nelken)  y que terminaría de reedificarse durante el Régimen del Generalísimo Franco.
La imagen, escondida en el suelo de la cripta, fue encontrada en 1937 y recuperada para ser enviada al final de la guerra a Ginebra, junto a numerosas obras de arte del Museo del Prado, tras un periplo por Valencia, Cataluña y Francia. Volvió en olor de multitud un 14 de mayo de 1939.

Así quedó hasta la fecha.
En su interior cabe destacar que bajo el templo principal se encuentra la cripta con otro magnífico templo de gran capacidad. Además del gran Altar dedicado a San Francisco, en el lado de la Epístola del Crucero, del lado del Evangelio se suceden varias capillas de gran belleza.
 En la Capilla de la Inmaculada están instalados varios confesionarios. Bajo la imagen de la Virgen, el Sagrario, que proporciona un espacio de gran intimidad y espiritualidad. En un lado, en una capilla más pequeña, están enterrados los Duques de Medinaceli.
La imagen de la Inmaculada data de principios del siglo XIX y es del convento de San Antonio del Prado, desaparecido.

 La Virgen de la Divina Providencia, del siglo XIX, es de Mariano Bellver, también procedente de San Antonio del Prado. A veces es ataviada de forma muy galana.
 Pero también se la conoce como la Virgen de la Leche, que así se mostraba en su natural escultura, sin los ropajes que le ponen encima.
En cualquier caso, una bellísima imagen en una preciosa capilla.

El popular San Antonio de Padua, lisboeta, también tiene su imagen, obra de Mariano Benlliure en 1945.
 Los Capuchinos de Medinaceli tuvieron 6 mártires en el 36. Eran unos 20 y la mayoría escapó por las terrazas a las casas colindantes y de ahí a otros lugares. Pero la caza continuó y varios ofrendaron su vida a Dios.
Al menos dos de ellos fueron beatificados junto a otros 26 capuchinos en la masiva beatificación de Tarragona del 13 de octubre de 2013. El Padre Fernando de Santiago era gallego y su nombre civil era Fernando Olmedo; fue bautizado en San Miguel dos Agros en 1873. Sus padres, Fernando Olmedo y Elisa Reguera vivían en la calle Algalia de Arriba y la familia permaneció en la ciudad hasta que el matrimonio tuvo que trasladarse a Pontevedra para regentar los Almacenes Olmedo. Fernando estudió y se doctoró en Derecho y llegó a ejercer de abogado y contable.
Olmedo llegó a ser un personaje destacado en la prensa clerical, escribiendo en periódicos como El Pensamiento Gallego, y dirigiendo El Áncora, periódico pontevedrés del mismo signo. Fue además fundador del Círculo Católico de Obreros en Pontevedra.
En 1901 tomó los hábitos de la orden capuchina y se hizo sacerdote en 1904. En su misión llegó a ocupar altos cargos en Roma, pero por problemas de salud regresó a España, donde ingresó en el convento de Jesús de Medinaceli (Madrid). En los primeros días de julio de 1936 los milicianos asaltaron el templo, del que los religiosos huyeron. Sin embargo, a Fernando Olmedo lo detuvieron el 11 de agosto los milicianos de la cheka de Bellas Artes y en el juicio en declaró ser padre capuchino. Por no renunciar a su condición religiosa fue fusilado al día siguiente. Su esquela lo publicaba después de la guerra: "murió asesinado en Madrid por las hordas marxistas". Su martirio fue en el Cuartel de la Montaña, pero no en los combates que allí hubo el 19 de julio. Fue enterrado en el Cementerio de la Almudena y trasladado tras la guerra a este convento de Jesús de Medinaceli.
El Padre Ramiro de Sobradillo era del pueblo de su sobrenombre. Se llamaba José Pérez González. El Padre Ramiro, nació el 7 de enero de 1907 en el seno de una familia de 10 hermanos. Estando en el monte con las ovejas y tras una fuerte tormenta, quedó inmóvil y postrado en una cama durante seis meses. Algunos de sus familiares acudieron el tres de mayo de 1914 al Nazareno de San Felices de los Gallegos con algunas ropas que posteriormente le pusieron. A partir de ese momento, volvió a caminar.También ingresó con los Capuchinos del Pardo y en 1923 realizó los votos y la primera misa la dijo en su pueblo. En 1933 se trasladó al convento de Jesús de Medinaceli y tres años más tarde se refugió en casa de unos familiares de Madrid evitando la persecución religiosa, pero el 9 de agosto de 1936 fue capturado. Tras simular su fusilamiento, pasó por varias cárceles y el 27 de noviembre de 1936, fue asesinado en Paracuellos.
 Cuando Jesús de Medinaceli procesiona en Semana Santa, pasa junto a la antigua cheka de Bellas Artes. Para memoria de algunos.
Porque Dios no tiene memoria. Todo lo tiene presente.

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