jueves, 23 de marzo de 2017

Solemnidad en San José de la Montaña con el Cardenal Osoro

 En el Barrio de Chamberí de Madrid se encuentra una iglesia muy notable, aunque poco conocida. Se trata de San José de la Montaña, en la calle Fernández de la Hoz, 16. Construida a finales del siglo XIX, es un elegante, aunque sobrio, edificio neogótico.


 Con 3 naves y crucero, el Altar Mayor lo preside una imagen del titular, San José de la Montaña.
 El Altar del Sagrado Corazón de Jesús presenta una imagen bellísima de Nuestro Señor, acompañado de San Rafael y Santa Teresa de Jesús.
 Enfrente, la Virgen de los Desamparados, de espectacular porte, acompañada a su vez por San Francisco y San Antonio de Padua
En un lateral del Altar Mayor está un gran cuadro de la Beata Petra de San José, fundadora de la Congregación de los Desamparados y San José de la Montaña. Malagueña nacida en 1845 y muerta en 1906. Con grandes penalidades y obstáculos fundó esta congregación que se ocupa de huérfanos, ancianos y enfermos. Su centro y mayor santuario está en Barcelona, donde murió. Ese santuario, arrasado por las hordas marxistas, se convirtió en lugar de peregrinaciones. Por eso quemaron su féretro también.
El 23 de julio de 1936 el Real Santuario de San José de la Montaña fue saqueado e incendiado y los restos de Madre Petra desaparecieron. Tras la Guerra, el Santuario volvió a ser ocupado por la Congregación Madres de Desamparados y San José de la Montaña, las religiosas encontraron el ataúd calcinado y dieron por perdidos los restos de Madre Petra.
En 1952 un moribundo confesó en su lecho de muerte a una religiosa Sierva de Jesús que él había participado en el incendio del Santuario en Barcelona y que habían robado los restos de Madre Petra. El enfermo explicó que destruyeron el ataúd debido a la fama que por aquel entonces tenía la religiosa en Barcelona y el gran número de peregrinos que acudían al Santuario a hacer sus peticiones a San José y que, como no lograron destruir los restos, al final los enterraron en un campo cercano a Puzol, Valencia.
Con motivo del centenario de la fundación de la Congregación, en 1981 se decidió investigar este hecho y lo puso en manos de la fiscalía. El caso concluyó con la exhumación del cuerpo encontrado en el lugar descrito por el moribundo, realizada en peesencia del arzobispo de Valencia, Miguel Roca Cabanellas, la madre general y el consejo de la Congregación, dos médicos y un notario civil.
Finalmente, el 11 de mayo de 1984, el cardenal Palazzini, prefecto de la Congregación, firmó el documento en el que se declara que los restos hallados en el campo cercano a Puzol son realmente los de la venerable Madre Petra de San José Pérez Florido.
 El templo se encontraba lleno de fieles, casi todos habituales de la zona, aunque también se hizo presente la Adoración de las 40 Horas, que tenía turno ese día en este lugar.
 Llegó el Cardenal D. Carlos Osoro, que rezó brevemente al pie del Altar.
 Como es natural, se encontraban presentes las religiosas de la comunidad.
 Don Carlos Osoro tiene buen porte y ademanes, sonora voz y elegancia en la celebración. Todo un Cardenal. Y con San José y el Niño Jesús resaltaba más aún. Y la bandera del Vaticano.
 Cuando predica, ya le hemos oído unas cuantas veces, tiene facilidad de palabra, sea escrita o improvisada, usa elevados conceptos, maneja bien las citas bíblicas y desentraña con acierto determinados pasajes. Nos recuerda muy bien que los demás de la lista de ascendientes de Jesús que se remontan a Abraham engendraron, pero que José no engendró, pues lo hizo el Espíritu Santo.
Que vivir en Gracia es vivir de cara a Dios, dejándose amar y acoger por Él. Y el Pecado es darle la espalda. Y que todos somos Hijos de Dios y a todos ha de alcanzar su Misericordia a través de la cercanía de nuestro amor, que debe ser reflejo del Amor que Dios nos tiene.
Pero su discurso no llega, no emociona, no cala. Parece un Cardenal, tiene porte de Cardenal, habla como un Cardenal, es un Cardenal. Pero no sabe a Cardenal. Es insípido, como esas frutas y verduras híbridas mejoradas genéticamente, resistentes a plagas, arrancadas antes de madurar en su planta y en su sazón. Como la sal insípida.
Demasiado complaciente, demasiado amigo de todos. No hay moros en la costa. No hay enemigos. No hay nada y sobre todo a nadie a quien denunciar. No vemos el Anuncio del Profeta. No vemos el cayado contra los lobos. No hay lobos. Hay Hermano Lobo. Que se callen los perros guardianes, que no ladren, que no molesten. Mirad qué bien me llevo con ellos, cómo sonríen a mi lado.
Bueno, tiene sus gestos, su talante. "Arderéis como en el 36". Pues abro el proceso de canonización de los mártires. "Quitar la misa retransmitida por la TVE2". Pues voy y la presido yo mismo.
 Le acompañaron en la Misa media docena de Sacerdotes.
 La Bendición final. Y os espero en la puerta, que os quiero saludar a todos.
 Y a todos saludó. Uno por uno. Con abrazo incluido en algún caso. Quiere ganarse a cada uno.
 La gente quedó satisfecha. Otra virtud del Cardenal Osoro es que no se alarga en exceso.
 La ceremonia fue solemnizada por la Coral Ars Musicae, de Pozuelo de Alarcón, que nos deleitó con piezas de Aragüés, Schubert, Pellegrini, el Stabat Mater de Kodaly, Il Signore delle cime de Marzi y un final con el Gaudeamus Hodie y la Salve a San José de la Montaña.
Y allí quedó el Santo, iluminando la noche madrileña de este castizo barrio de Chamberí.

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