sábado, 15 de abril de 2017

La Semana Santa española, máxima expresión del Culto Público de la Sociedad al Único Dios Verdadero. Muy especialmente, la Legión.

Si la Santa Misa es el culto público establecido por el mismo Cristo, con el que la Iglesia adora a Dios, la Semana Santa española constituye el más grandioso ejercicio del culto público de la sociedad al Único Dios verdadero. No hay nada que se le pueda igualar ni parecer en todo el orbe.
El pueblo, las instituciones, el Ejército, los templos, reviven de tal modo la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, momento a momento, como los fotogramas de una pelicula, en todas las formas artísticas, con extraordinaria belleza y sensibilidad, que aquella Pasión se hace vida y entraña de todo un pueblo que adora, que siente y proclama la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo, muerto en Cruz por nuestros pecados para Salvación del mundo.
Sin parangón. Ni Roma, ni Jerusalén, ni las metrópolis ortodoxas, ni los santuarios más famosos, pueden compararse a la Semana Santa española.
Todas las artes rinden culto a Dios en la Semana Santa, siendo la Reina la Escultura, mediante una prodigiosa imaginería que alcanza perfecciones sublimes en Mena, Salzillo y Gregorio Fernández. Vestuarios y bordados, flores y velas, luces e inciensos.... Y la música y el canto.


 Todo la Nación se conmueve. El pueblo se echa a la calle por millones. Y los extranjeros acuden fascinados por un espectáculo sin igual. La Bandera de la Nación, que la representa. El Ejército de la Nación, su columna vertebral, que sólo se dobla ante Dios. Y hasta las autoridades, muchas veces más indignas que Pilatos, que ahora le ponen una vela a Dios y luego en los Parlamentos se la ponen al Diablo.
 La Legión estremece. Hace llorar a los hombres más duros. Su devoción al Cristo de la Buena Muerte, el Cristo de Mena, destruido por las hordas republicanas en 1931, reconstruido luego, llega al paroxismo de un ritual que llega a los corazones con la fuerza de una lanzada. El Novio de la Muerte, la Canción del Legionario y el Himno Nacional forman un trípode sobre el que se levantan los más nobles sentimientos, las ansias de Justicia, el valor ante la muerte y el amor a la Patria.

La Legión tiene su epicentro en Málaga, en el Cristo de la Buena Muerte. Pero es reclamada de numerosos puntos de la geografía nacional. Otras veces son las Hermandades de Antiguos Miembros Legionarios las que cumplen el mismo papel, especialmente en Cataluña.

 El Cristo es el centro de todas las miradas, el protagonista principal, el Dios adorado, por eso se desfila con él, con los himnos legionarios, con paso legionario, con marcialidad, orden y jerarquía.

 Los políticos buscan la foto, la publicidad, son como briznas de la gran hoguera, insignificantes, porque luego legislan contra lo que ese Cristo significa. Después aprueban el aborto, la eutanasia, las leyes de género, la aconfesionalidad. Pero son ellos los incoherentes, no la Legión, ni mucho menos Cristo.


La Legión, con sus hombres, con sus guiones y banderines, con su mística ideada por Millán Astray, con su organización ideada por Franscisco Franco, no sólo desafía la muerte y rinde culto al Cristo de la Buena Muerte. Con su presencia, lanza un mensaje claro al mundo entero. No sólo es uno de los cuerpos militares más gloriosos, combativos y temibles en caso de guerra. Tiene una mística, y eso la hace invencible. España está defendida mientras exista la Legión. Por eso la odian muchos. Los mismos que odian a la Iglesia y a España.


 El Viernes, Jesús Nazareno, maniatado, coronado de espinas, mudo y doliente, camina sólo por las calles de Madrid, ante la mirada acongojada de cientos de miles de madrileños y forasteros.
 Pasa por las Cortes, que le cierran las puertas, que se niegan a reconocerle como Dios y Señor. Necios engreídos, rebeldes a Dios, amorales y traidores a la Patria y sus tradiciones, pero que serán inexorablemente derrotados por este que ahora va preso.

No hay comentarios: