Estuve viendo las misas en Guadalupe, Ecatepec, Chiapas y el discurso a los obispos en la Catedral de Méjico. Cuando pude, por la 13 y por Intereconomía. Cuando no, con Tele K, la de La Tuerca, la del coletas, que le está dedicando más tiempo y medios al evento, retransmitiendo también en directo los traslados por las calles, muy deshilvanadas de gente.
Tele K pone además, comentaristas, cosa que no hace Intereconomía, que ofrece la señal de CTV y nada más. Esos comentariastas de Tele K con curas y monjas progres de Méjico, que hablan con intencionalidad y cargan contra los obispos de allí, la derecha y el capitalismo.
Respecto al Zócalo, acusaban a la derecha y al gobierno capitalista de haberle querido dar una lección y una advertencia al Papa progresista y de izquierdas, como diciéndole: "Ten cuidado, que aquí mandamos nosotros".
A tal fin, habrían creado un caos interesado, propalando primero que el acceso a la inmensa Plaza del Zócalo estaba reservado a los que tenían boleto. Y los boletos fueron repartidos en escasa cantidad. Luego, diciendo que iban a estar cerradas por seguridad las bocas de metro próximas. Sometiendo a registros y cacheos. Y abriendo a última hora para dar la impresión de que podía haber ido todo el mundo y no fue.
Al margen de estos comentarios, a cualquier español le tienen que conmover esas ceremonias y esas multitudes que hablan y rezan en español. Y a un Pontífice que habla en español sin acentos, porque es su lengua propia. Y espacios legados por el genio español como Guadalupe (la basílica actual es moderna y bastante fea por fuera) y la Catedral de Méjico con esa plaza rectangular gigantesca, modelo de la arquitectura hispana, tomada de la Plaza del Obradoiro de Santiago y de San Cristóbal de La Laguna, con la Catedral ocupando un lado y enfrente y a los lados el Ayuntamiento, la Presidencia, la Capìtanía General, el Palacio Arzobispal, etc. Saliendo de ella largas calles paralelas y perpendiculares entre sí, espaciosas. Un Nuevo Mundo, en contraste con aquel Viejo Mundo de pueblos y ciudades arracimadas en torno a una colina y amuralladas para defenderse.
El Papa Francisco celebró la liturgia con sobriedad y seriedad. En la Consagración dijo "por muchos", como mandó Benedicto XVI, medida todavía no implementada por la Conferencia Episcopal Española. Hizo unas homilías y discursos serios, elaborados. Pero no llega al pueblo al que tanto ansía dirigirse. Lo tiene todo a favor, la propaganda, ser el Papa, hablar en español como lengua propia. Y quiere a esa gente a la que se dirige. Pero no llega.
Sólo un aplauso espontáneo brotó del pueblo, aparte del aplauso protocolario al final. Fue cuando se refirió a esa tierra guadalupana. Su discurso es abstruso y difuso, demasiado ideológico y elaborado. Nada que ver con Juan Pablo II, que desbordaba simpatía y gracia, que era interrumpido por gritos y aplausos. Incluso Benedicto XVI, tan intelectual, llegaba, tocaba el corazón. Había chispa en ellos dos. Saltaba la electricidad. Se establecía la corriente. Había calor, incluso en la tormenta de Cuatro Vientos.
Con Francisco, no. Hay una campana de silencio, un vacío. Hace frío, incluso en agosto y en Brasil.
Quiera el Espíritu Santo, que es quien de veras dirige a la Iglesia, que lo mejor de este Papa, sus anhelos por los pobres y desfavorecidos, su Iglesia solícita y cercana, sea la semilla guarecida bajo tierra del frío que germine en una primavera eclesial llena de frutos.
Sí hubo calor y entusiasmo en la Jornada con la Juventud en Morelia. Pero ese entusiasmo lo aportaron los jóvenes, fueron ellos los que contagiaron un tanto a Francisco. Incluso le hicieron cantar. Lo que no consiguieron fue que él repitiera el grito entusiasta y repetido muchas veces:
¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA CRISTO REY!
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