Cuando el Papa la usó en Fátima en 2017 no nos gustó la Custodia. Pero cuando la hemos vuelto a ver en manos del Obispo de Leiría, Monseñor Marto, un escalofrío nos ha recorrido el cuerpo. Lo que entonces nos resultaba extraño, ahora nos parece inquietantemente conocido. Es el dibujo del Coronavirus, como si tuviera cercada la Eucaristía.
Además, hemos contemplado un Santuario de Fátima desconocido, vacío, sumergido en la niebla, más bien tiniebla. Como un augurio, una imagen del tiempo que estamos viviendo, con el culto público prohibido en casi todo el orbe católico, incluida Roma, toda Italia, España, Francia y Portugal con el pretexto del Coronavirus.
