miércoles, 26 de febrero de 2020

Misa dominical en la Cartuja de Miraflores

 Misa cartuja en la Cartuja de Miraflores en Burgos. Los cartujos tienen un rito propio, más sobrio. El sacerdote calza sandalias. La plegaria eucarística es en voz baja y no se alborota con el "Daos la Paz".
Sin homilía, aunque es domingo. No hay música, pero los fieles cantan en la comunión.


 Una doble reja separa a los fieles de los monjes. Se dice misa para ellos, pero aparte. Los cartujos tampoco son amigos de concelebraciones. No hay asientos, salvo los del coro. Pero se puede seguir la misa de rodillas en los momentos apropiados y comulgar de rodillas.
 212 personas exactamente son las que asisten. Nos lo cuenta el vigilante de la puerta y nos dice que últimamente se está incrementando la afluencia, pese a la lejanía de la ciudad, 3 kilómetros, y lo temprano de la hora, las 10,15 h. No hay más.
 La entrada por el primer patio cuenta con dos soberbios escudos custodiados por leones rampantes.
El monasterio fue primero Palacio Real de Enrique III de Castilla, que lo testó en favor de los cartujos, lo que cumplió su hijo Juan II. Más tarde, Isabel la Católica mandó enterrar allí a sus padres Juan II e Isabel de Portugal, y a su hermano. El edificio fue reconstruido en gótico tardío por Juan de Colonia y su hijo Simón, los arquitectos de la Catedral de Burgos. Cuenta con un magnífico retablo de Gil de Siloé.
A pesar de la austeridad de la orden, el monasterio cuenta con algunas obras de arte excepcionales, concebidas para el culto.
Los cartujos tienen una especial predilección por el silencio y llevan una vida muy penitencial y orante.

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