Es la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús en Gijón, conocida como La Iglesiona. No se sabe qué impresiona más, si el imponente edificio neogótico y modernista, ideado por el genio de Juan Rubio Bellver, discípulo de Gaudí, con la espectacular imagen del Sagrado Corazón de Jesús rematando la cúspide sobre un templete, la segunda en tamaño cuando su construcción tras la del Cerro de los Ángeles; o la lista de los 341 mártires que sufrieron prisión en esta Iglesiona, antesala de su gloriosa muerte, convertida en cheka por los socialistas, comunistas y anarquistas de 1936. 10 de ellos ya han sido beatificados por la Iglesia Católica.
Los nombres estaban grabados en piedra a la entrada del templo, pero una reciente remodelación las suprimió y quedaron en paneles de plástico en la girola del altar mayor. No se ven de lejos, hay que ir a verlos.
La estatua tiene 7,75 m de altura y 32 toneladas, cuya cabeza se eleva 49,5 m sobre la calle, esculpida en diecinueve bloques de mármol de Carrara, en contraste con la piedra rosada del resto del edificio, extraída del Monte del Naranco, como la de Covadonga y la de San Pedro restaurado.
La sagrada imagen también fue profanada, aunque no terminó el intento de convertirla en una estatua de Lenin, por lo que fue restaurada y restablecida en su sitio tras la liberación de la ciudad por las tropas nacionales. El culto fue restablecido en 10 días, tras varios años cerrada, pues la iglesia fue saqueada ya antes de la II República, tras los sucesos de Jaca, por las turbas revolucionarias, Y desde la proclamación de la II República se paralizó la reconstrucción de todo el interior destruido y el ejercicio del culto. En febrero del 32, tras la expulsión de la Compañía de Jesús, se incautaría del templo y la residencia el Gobernador Civil, el célebre Alonso Mallol que
luego mandaría a sus guardias a detener y asesinar a Calvo Sotelo. Su conversión en prisión la salvó de una destrucción mayor, como la que sufrieron sus vecinas iglesias de San Lorenzo, San José y San Pedro.
El simbolismo de esa parte superior de la fachada se refuerza con la inscripción al pie de la imagen del Sagrado Corazón, en los cuatro lados del entablamiento,
en letras de bronce, «CHRISTUS VINCIT REGNAT IMPERAT». Esta inscripción
venía a ser la respuesta al ruego de la inscripción, ya mencionada y
actualmente desaparecida, situada algo más abajo «COR IESV ADVENIAT
REGNVM TVVM». En conjunto ambas inscripciones hablaban del reinado de Cristo sobre los hombres y tenían un carácter programático en cuanto al propósito del templo.
Todas las estatuas de la fachada, Sagrado Corazón y seis santos, fueron obra del escultor bilbaíno Serafín Basterra Eguiluz.
Cuando los jesuitas abandonaron la iglesia por falta de personal, se llevaron algunos bienes como el Sagrario y el Cristo de la Paz, que ahora están en la Iglesia de la Merced en Burgos.
Este Cristo de la Paz tiene su historia, pues el 15 de diciembre de 1930, cuando los revolucionarios intentaban quitarlo de la pared sonaron dos disparos y uno de ellos mató a uno de los asaltantes, de 25 años. Los disparos salieron del coro, pero nunca se averiguó quién era el autor.
La misa de diario congrega a un importante número de fieles, un público muy tradicional y constante que goza de un culto sin sobresaltos, pudiendo comulgar en la boca sin dificultad.Al mismo tiempo, se puede contemplar el conjunto restaurado, presidido también por el Sagrado Corazón de Jesús, magníficas cúpulas, vidrieras e imágenes y pinturas que animan a la devoción y al fervor, dotando al conjunto de un ambiente religioso de lo mejor.
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