En Madrid, enfrente de los salesianos está La Encarnación, que tiene una Capilla de Adoración Perpetua y un templo de gran capacidad, donde su Sagrario ha vuelto al centro del Altar Mayor. Donde se sitúa un cuadro de la Anunciación de enormes dimensiones.
La Iglesia se llena misa tras misa, pero en esta hemos apreciado algunos claros, muy posiblemente por la abundante lluvia de la mañana. Así se explica que los curas sean un poco reacios a las oraciones "Ad petendam pluviam".
El Párroco, joven, pero veterano y con gracejo, baja para predicar e interroga a padres y madres qué quieren para sus hijos el día de mañana. Buenos, felices, de provecho, le contestan. Él explica que felices sí nos quiere Dios, pero buenos no, porque no podemos serlo. Que nuestro fin es alcanzar a Dios y que Él more en nosotros, ya desde aquí desde la tierra. Sin esperar al cielo.
Todo en esta iglesia es monumental. Por ejemplo, el Vía Crucis, esculpido en la parte superior de ambos laterales de la nave.
En la Consagración, división de opiniones. Mitad de pie, mitad de rodillas.
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