Historia de 
la Fiesta de Cristo Rey en Méjico
Durante el 
pontificado de Pio X los obispos mejicanos pidieron a su Santidad su beneplácito 
para ornamentar las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús colocando en la cabeza 
la corona  y el cetro en las manos, insignias de la humana realeza. 
Su propósito era reconocer y proclamar a Jesucristo Rey de Méjico y del mundo, 
el día de la Epifanía del Señor, en la cual aparece su gloria al postrarse a sus 
plantas los Magos ofreciéndole el oro y así reconociendo su imperio y dominio 
absoluto de todo el universo, el incienso para reconocer su divinidad por medio 
del sacrificio y adoración y con la mirra mostrar su santa humanidad.
A todo esto su 
Santidad dio respuesta favorable diciendo: “Nos habéis presentado un proyecto 
mas honroso para vosotros… Habéis resuelto consagrar el próximo 
 6 de enero de 1914 al mismo Corazón Divino, Rey Inmortal de 
los siglos, la Republica de México. Y para dar mayor solemnidad a esta 
consagración, determináis decorar las imágenes del Corazón de Jesucristo  
con las insignias de la realeza. Mas como quiera que el Rey de la Gloria 
Eterna haya sido ornado con corona de espinas, la cual, más hermosa que la de 
oro y piedras preciosas, es a saber que la corona y el cetro deberán colocarse 
al pie de la sagrada imagen…”
Y tan esperado 
día llegó, se inicio con la solemnidad e inmediatamente el Señor Arzobispo Don 
José Mora y del Rio bendijo la corona y el cetro.  Prosiguió la 
Misa Pontifica, la proclamación del Evangelio, desfilaron las representaciones 
de todas las sociedades religiosas llevando su tan simbólicas ofrendas: oro 
incienso y mirra, el momento más emocionante y lleno de éxtasis en las almas fue 
cuando Monseñor  tomó y coloco a los pies de la imagen el cetro y 
la corona y se rezó el Acto de Consagración prescrito por el Papa León XIII. Y 
por primera vez se escucho el grito épico de ¡VIVA CRISTO REY!
Los 
estudiantes católicos mexicanos (después llamados A.C.J.M.) conmovidos por el 
triunfo moral que significaba aquella consagración pensaron salir a las calles y 
allí proclamar la realeza de Cristo.
Planearon 
todos los pormenores y la fecha seria el día domingo 11 de enero de 1914, el 
Partido Católico invito desde la publicación de su periódico para que todo el 
pueblo mexicano efectuara el gran homenaje. El arzobispo de Guadalajara Mons. 
Francisco Orozco y Jiménez organizó en su Diócesis las solemnidades con las que 
habrían de proclamar el reinado de Cristo Jesús. 
Se programó 
una peregrinación que partiendo de la Catedral hacia el santuario de Guadalupe, 
de allí hacia el templo de Mexicaltzingo, para culminar en el lugar de salida. 
Una inmensa multitud cubrió íntegramente el trayecto de la peregrinación. 
Años más tarde 
Mons. Emeterio  Valverde y Tellez, obispo de León, tuvo la idea de 
levantar el monumento a Cristo Rey en la cima del Cerro del Cubilete, centro 
geográfico de la República. Se eligió el 11 de Enero de 1923 para la ceremonia y 
fue invitado para bendecir y colocar la primera piedra Mons. Ernesto Philippi 
Delegado Apostólico. El monumento fue dinamitado el 30 de enero de 1928 en la 
persecución Cristera (1926-1929). El actual monumento fue bendecido el 11 de 
diciembre de 1950.
La masonería 
en su fiesta llamada de fuego celebrada en New York el 28 de Diciembre de 1923 
había acordado la expulsión del delegado apostólico de Méjico y la suspensión 
definitiva del monumento. 
Mons. Philippi 
fue expulsado de Méjico y el pueblo mejicano enardeció mas su amor hacia Cristo 
Rey. Los prelados y asociaciones católicas se comunicaron para que al respecto 
el comité general de la A.C.J.M. (fundada por Bernardo Bergoend S.J.) publicara 
en su Boletín de Institución “Juventud Católica” en su sección dedicada a 
exponer la consigna de cada mes (publicación donde todos los acejotaemeros 
debían dedicarse ese mes), que a la letra decía:
 “¡Viva Cristo 
Rey!
En la consigna para el mes de 
octubre, el comité general recordaba a sus lectores que la causa principal de 
los males que aquejaban actualmente al mundo se debe buscar en la apostasía de 
las naciones; y que solo en Cristo pueden encontrar fundamento de estabilidad. 
El secretario Internacional de la Juventud Católica uniendo la voz a muchos 
Arzobispos y Obispos acaban de manifestar a la Santa Sede una petición, 
rogándole se sirviera establecer una fiesta litúrgica de Cristo Rey Universal de 
las naciones.”
En el texto 
que se manda al Santo Padre se leen algunas consignas como:
“…Considerando que el orden social no puede 
establecerse más que en el principio reconocido de la autoridad 
divina, manantial de todas las autoridades legitimas;
Considerando que lejos de 
poner trabas a los gobiernos temporales, el reinado espiritual de Jesucristo con 
su doctrina es al mismo tiempo la salvaguardia de la moral, la fuerza de las 
leyes y el único medio de salvación para los pueblos;
…considerando que  los derechos soberanos de 
Jesucristo han sido demasiadas veces desconocidos y violados;
Acuden con confianza al Jefe 
Supremo de la Santa Iglesia; y uniendo su voz a las de 342 Cardenales, 
Arzobispos y Obispos del mundo entero, le suplican se digne instituir una fiesta 
litúrgica que, con el titulo de Jesucristo Rey Universal de las Sociedades, 
solemnice los derechos soberanos de la persona de Jesucristo, que vive en la 
Eucaristía y reina por su Sagrado Corazón en la Sociedad; y esto, para 
reintegrar en los espíritus los principios salvadores de la soberanía espiritual 
de Jesucristo sobre todas las Sociedades Civiles y temporales; para reparar la 
gloria de Cristo y para comunicar a los Católicos nuevas energías en  
el cumplimiento de todos los deberes sociales.”
Habrían de 
pasar 2 años esa iniciativa de las Asociaciones Católicas de la Juventud en el 
Orbe Católico para que fuera coronada con el éxito obteniendo una victoria 
mayor, pues el pueblo mexicano que no anhelaba que el establecimiento de una 
fiesta de Cristo Rey en la liturgia de la Iglesia fuera únicamente 
reconocimiento de la soberanía espiritual del Redentor por medio del Sagrado 
Corazón, sino que significara reivindicación plena del imperio del Reinado 
Temporal de Cristo.
Lo que se 
cumplió con la erección de la Fiesta de Cristo Rey, establecida por su 
Santidad Pío XI, diciendo el respecto en su encíclica Quas Primas 
del 11 de diciembre de 1925:
”Habiendo pues, concurrido en este Año Santo tan oportunas 
circunstancias para realzar el reinado de Jesucristo, nos parece que cumpliremos 
un acto muy conforme a nuestro deber apostólico si, atendiendo a las súplicas 
elevadas a Nos, individualmente y en común, por muchos cardenales, obispos y 
fieles católicos, ponemos digno fin a este Año Jubilar introduciendo en la 
sagrada liturgia una festividad especialmente dedicada a Nuestro Señor 
Jesucristo Rey.”  
Este hecho 
glorioso del actual pontífice –esto se escribió a principios de octubre de 1938- 
ha venido a colmar nuestros ardientes anhelos de vasallos de Cristo; pero al 
mismo tiempo ha venido a colmarnos de un santo orgullo, porque cabedlo, señores, 
lo que determino al Vicario de Cristo a establecer esta festividad, según el 
mismo pontífice lo refirió a los Excmos. Señores Arzobispos Mora y del Río y 
González y Valencia, fue el movimiento ferviente de los mexicanos hacia la 
realeza de Cristo.
De origen 
mexicano, la nueva fiesta de Cristo Rey debería tener todas las características 
que habían concurrido en la proclamación del imperio de la realeza Temporal de 
Cristo, los rasgos fundamentales de lo que con esa proclamación se expreso en el 
Homenaje Nacional a Cristo Rey, 
tributado en México el 11 de enero de 1914: 
“Enseñar al 
mundo que el Reinado Temporal de Cristo ES PACIFICO Y HAY QUE IMPLANTARLO, 
SOSTENERLO Y DEFENDERLO POR MEDIOS PACIFICOS NORMALMENTE, PORQUE CUANDO SE HACE 
NECESARIO DEBE IMPLANTARSE Y SOSTENERSE Y DEFENDERSE CON SANGRE DE MARTIRES Y 
HEROISMO DE CRISTEROS”
La nación 
mexicana coronó con la sangre de sus mártires su destino providencial y su 
misión histórica que solo a ella (la nación) concedió Dios. Y Fue por medio de 
la Epopeya Cristera que se reimplantó el reinado Temporal de Cristo.
Hermanos 
Mexicanos nos toca seguir nuestra misión de proclamar y dar a conocer que el Rey 
de Reyes, Nuestro Señor Jesucristo debe reinar en nuestra Vida, mente, familia, 
corazón… 
Porque 
reina Jesucristo en la mente de los individuos con su doctrina, reina 
en el corazón con su caridad, reina en la vida de cada uno con la 
observancia de su ley y la imitación de sus ejemplos.
Reina 
Jesucristo en la Familia cuando está 
formada por la santidad del verdadero y propio Sacramento, conserva inviolado el 
carácter de Santuario, donde la autoridad de los padres sea un reflejo de de la 
Paternidad Divina, de la cual desciende y recibe su denominación. La obediencia 
y la piedad de los hijos que se asemeja a la niñez de Jesús de Nazareth, la vida 
y las conversaciones se inspiran en la pureza, en la paz y en la santidad de la 
Sagrada Familia.
Reina por 
siempre Jesucristo en la sociedad, cuando es 
reconocida y reverenciada la suprema y universal soberanía de Dios, con el 
origen divino y ordenación de los poderes sociales, de donde se derivan en lo 
alto la base y la norma de mandar y abajo el deber y  la nobleza de 
obedecer. 
Con esto nos 
lleva al fin último del hombre o sea, LA ETERNA FELICIDAD y con esto 
hacerles más merecedores y más seguros de la posesión de los bienes temporales y 
eternos.
¡Viva Cristo 
rey!
LMV
BIBLIOGRAFIA
Bernardo Bergöend S. J. Del 
gran escritor católico mexicano Andrés Barquín y Ruiz. De la Colección 
“México Heroico” de la 
editorial Jus. México  1968. Página 120 y siguientes.
Cristo, Rey de México. 
Andrés Barquín y Ruiz. De la Colección “México 
Heroico” de la 
editorial Jus. México  1967. 
El 
caso ejemplar mexicano.  Miguel Palomar y Vizcarra. De la Colección “México 
Heroico” de la 
editorial Jus. México  1966. Página 174 y siguientes.
La 
Persecución Religiosa en México. 
Lauro López Beltrán. Editorial Tradición  Junio de 1991. Pag. 6, 
56-58.
México 
Cristero. 
Tomo I. Antonio Rius Facius.  Páginas 70, 71 y 72. Editorial APC. 
Marzo 1992
Quas 
primas, 
carta encíclica. Del sumo pontífice Pío XI.
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