sábado, 8 de diciembre de 2018

Vigilias de la Inmaculada en la Basílica de la Merced y el Cerro de los Ángeles

 La Gran Vigilia de la Inmaculada, que crearon y continúan organizando los Cruzados de Santa María, ha tenido sus 3 celebraciones tradicionales en Madrid. En la Catedral fue presidida por el Cardenal Osoro, en María Auxiliadora por Monseñor Martínez Camino y en la Basílica de la Merced, presidida por el Cardenal Rouco. Mucha gente a pesar del puente laboral, casi lleno, aunque hubo unos pocos huecos en los bancos delanteros.


 Primero hubo una alocución del Padre Jesús Zurita, mariana y cristocéntrica, invitando a la conversión y a ser consecuentes en el mundo en el que nos ha tocado vivir. Después se rezó el Santo Rosario, dando su testimonio varias personas en cada uno de los misterios: un estudiante, un maestro y una maestra y un matrimonio. Se echan en falta aquellas arengas incendiarias de Abelardo de Armas, ya hace muchos años.
 El Cardenal Antonio María Rouco Varela llegó y subió y bajó escaleras con paso ligero, sin apoyarse en el báculo, mostrando buena forma a sus 82 años. Concelebró con 9 sacerdotes y hubo varios seminaristas en funciones de acólitos. Entre los celebrantes, el Vicario de Zona, el Párroco de la Merced y el Rector de Las Calatravas.
 Su Eminencia habló sin papeles, con soltura y maestría. Básicamente, repitió lo mismo que el año anterior, con un borrón al final.
Recordó que el Padre Morales, jesuita, fundó esta Vigilia en 1947 en este mismo lugar (imposible, no estaba construida aún), año y medio después de acabada la guerra mundial (en realidad, habían pasado algo más de dos años). Recordó la celebración de los 50 años en la Ciudad Deportiva del Real Madrid (fue en el Palacio de los Deportes, que por entonces acogía al Real Madrid de Baloncesto) y el fin de las vigilias sólo para varones, por mor de los tiempos. Incidió en la importancia del pecado frente a las modernas concepciones del mundo que presentan las Escrituras como simple mitología. Pero las ciencias físicas no dan respuesta a las inquietudes y preguntas del hombre, que sólo puede encontrarse en la verdad revelada por el mismo Dios.
La importancia de la Virgen, recordar que es la Patrona de España, junto al Apóstol Santiago y animar a la reconciliación, no sólo de los hombres con Dios, sino de los hombres entre sí, precisamente ahora que recordamos los 40 años en que los españoles supieron reconciliarse (este es el borrón).
La Basílica de la Merced es otra muestra espantosa del brutalismo arquitectónico. Hormigón, hierro y tamaño descomunal, funcionalidad y feísmo a partes iguales. Luis Laorga y Francisco Javier Sáinz de Oiza fueron los arquitectos, que terminaron peleándose entre sí. La obra no llegó a terminarse como querían, pues no se hicieron las torres que flanquearían la portada principal ni se pusieron las esculturas que se querían para la fachada.
Se comenzó en 1949 y se terminó en 1965. Tiene 66 metros de largo, 35 de ancho y 42,5 de alto en el frontal. El interior tiene 25 metros de alto. Al final, tras el ábside, hay viviendas y oficinas.
El Altar Mayor tiene un inmenso Cristo de hierro retorcido y oxidado. Unas cadenas rotas y unos trozos de no se sabe qué simbolizan la redención de los cautivos propia de la Orden de la Merced. También oxidados. Nada mueve a la devoción ni a la contemplación. Hay que bajar la vista y fijarse en la imagen de la Virgen, copiada de la que hay en Barcelona, para encontrar algo bonito. Así como las imágenes de San Raimundo de Peñafort y San Ramón Nonato, la Capìlla del Santísimo y el mismo escenario del Altar.

 Por su parte, la Diócesis de Getafe celebró la Vigilia con toda solemnidad en el Santuario del Cerro de los Ángeles, que el domingo pasado vivió la apertura del Centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús, con 1.500 personas acompañando al Obispo y al Nuncio.
 El templo estaba abarrotado en esta noche santa. Junto a numerosos sacerdotes y seminaristas, celebraron el Obispo titular, Monseñor Ginés García Beltrán, y su Auxiliar, Monseñor José Rico Pavés.
 Ambos hicieron la Consagración de la Diócesis de Getafe al Corazón Inmaculado de María.
 
El borrón del Cardenal Rouco.- Por José Luis Corral
Dice el adagio que "el mejor escribano echa un borrón". Será eso, pero es muy grave, a mi juicio, proponernos como modelo de reconciliación lo sucedido en la Transición y que culminó con la Constitución de 1978.
En primer lugar, porque eso supone decir que antes no hubo reconciliación. Que en la España católica a machamartillo, la nacida de la Cruzada y de la sangre de los mártires y de los héroes, no hubo reconciliación. Pero la verdad es que los españoles estaban reconciliados de facto, con minúsculas excepciones que confirman la regla. Como los comunistas exiliados, tipo Carrillo y la Pasionaria, Alberti, Líster y otros, irredentos, contumaces, perversos. Como los terroristas y todos los enemigos de España. ¿Cómo podíamos reconciliarnos con ellos? ¿Se reconcilian los ángeles con los demonios? Es imposible.
En segundo lugar, porque el proceso de Transición supuso el perjurio y la traición de unos Principios, de unas Leyes y de un Estado, abriendo así una nueva división irreconciliable entre los fieles al 18 de Julio y los traidores que se pasaron al enemigo, reconciliándose, ellos sí, al menos aparentemente. Pero reconciliándose con los propósitos del enemigo, desde el separatismo incubado en las autonomías hasta el desprecio de la Ley de Dios, transgrediendo de la forma más grave los mandatos divinos con respecto a la vida, familia y dignidad de las personas, por causa del aborto, del divorcio y la ideología de género. 
De manera que ahora tenemos una nueva división irreconciliable. Yo no puedo reconciliarme ni con los enemigos seculares de Dios y de España ni con los que diciéndose católicos y españoles han destruido el Régimen Católico y Nacional para levantar esta Democracia abortista, inmoral y que pone en riesgo la Unidad Nacional y la identidad de mi Patria, a merced ahora del mundialismo, de la invasión migratoria, de la disolución moral y de los separatistas. Hablaba el Cardenal como si ignorara lo que sucedía el día anterior en Gerona y en Tarrasa (manifestaciones violentas de los separatistas) y pocos días antes por toda Andalucía (manifestaciones en ocasiones también violantes y siempre amenazantes de los podemitas y comunistas, tanto monta, monta tanto, rabiosos por el éxito electoral de Vox. Muestras inmediatas, pero no las más relevantes de estos 40 años de terrorismo, delincuencia, droga y perversión.
Para reconciliarse es necesario por una parte estar dispuestos a perdonar a los culpables, como hacemos nosotros por cristianos. Pero por la otra parte, como se exige en el Sacramento de la Penitencia, hace falta que los culpables confiesen, hagan examen de conciencia y propósito de la enmienda y estén dispuestos a reparar el daño causado en la medida de sus fuerzas. Sin  ese arrepentimiento, sin esa conversión, no hay reconciliación posible. Habrá, a lo más convivencia pacífica o coexistencia, pero no más, no puede haber auténtica paz y conciliación, amor mutuo.
Así que no hay reconciliación, todo lo contrario, hay división, hay ruptura. Y ante el Trono y el Altar de Dios y ante la Historia, elevamos nuestra acusación contra todos los culpables, incluidos Papas como Pablo VI y Juan Pablo II y la gran mayoría de los Obispos españoles de entonces y de ahora, culpables de haber derribado el Estado Católico y haber alzado y mantenido este  sistema inmoral, corrupto y criminal, con infinito daño para las almas y su salvación eterna.

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