Misa de 10,30 h. de la mañana. En una parroquia rural cercana a Gijón, construida en 1947. Celebra un sacerdote de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús.
Domingo 9º después de Pentecostés. Evangelio de Lucas XIX, 41-47. Son las lágrimas de Jesús sobre Jerusalén, que se verá cercada por sus enemigos y derribada, no dejando piedra sobre piedra, por no haber reconocido al Mesías.
Pero Jerusalén es también imagen de Roma, de la Iglesia actual, que también es asediada por sus enemigos y corre riesgo de perecer si no reconoce y adora a su Señor, según explica el celebrante. Porque los castigos que afligieron al pueblo de Israel por sus pecados "les acaecían como en figura y fueron escritas como amonestación para nosotros, a quienes ha cabido vivir en la última fase de los siglos", según decía la Epístola del día I Cor. X, 6-13.
Cerca de 30 fieles, armonio y cantos tradicionales en castellano. Latín de carrerilla en algunos, que parecían tener prisa. No así el señor cura, que sí que la tenía.
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