Por la unidad de España; por Antonio Cañizares
Nos encontramos ante el bien común, que corresponde a todos cuantos son afectados por una decisión que les atañe y que tiene sus repercusiones en el conjunto que forman. El bien común ha de ser exquisitamente respetado, defendido y promovido: así será respetado el bien de las personas; y ese bien común del conjunto es inseparable del bien propio de cuantos –personas, pueblos, entidades...– forman el conjunto. Vivimos un momento en que la solidaridad ha de ser potenciada al máximo. Es la hora del esfuerzo común, solidario: esto trae bien a todos y no dificulta ningún camino propio. Quiero mucho a España; como algunos saben, me es muy querida particularmente Cataluña, como también lo son mi tierra y patria valenciana o Castilla o La Mancha o Extremadura o Andalucía o Murcia o Madrid, comunidades a las que me siento unido por haberlas servido en mi misión eclesial, o el resto de las otras regiones y comunidades autónomas que configuran nuestra Patria común en esa riqueza pluriforme que se debe respetar, favorecer y potenciar. Ante esta situación crítica y crucial, en la proximidad de la fiesta de la Inmaculada, como ejercicio de la caridad social y como un deber del cuarto mandamiento que manda honrar también a la Patria, me atrevo a pedir que elevemos nuestra plegaria a Dios, insistente e intensa, por España, por la integridad y unidad de España y el progreso y futuro de todos los pueblos que la forman en diversidad y riqueza plural dentro de un proyecto común. Que Jesucristo, Señor de la historia, Luz, Paz, Verdad, Sabiduría, unidad, para las gentes y los pueblos, nos haga vivir estos momentos con serenidad, lucidez, altura de miras, sentido común, y responsabilidad moral. Que conceda luz, prudencia, sabiduría, discernimiento y acierto a los políticos, a los gobernantes, a las instituciones del Estado, y a todos los ciudadanos para buscar y encontrar salidas conformes con el bien común, justas y razonables, a esta situación. Que en las decisiones y proyectos no se olvide jamás la precarísima y delicadísima situación por la que atraviesa España, que con estas incertidumbres y estos movimientos pudiera empeorar y agravarse, y que, como siempre, tal debilitamiento, aún mayor, afectaría de manera especial y más dura a los últimos, los pobres, los parados, los inmigrantes, etc., etc. Esto también pertenece al bien común y es un bien moral que hay que proteger y no vulnerar. Que la Inmaculada, signo de la gran esperanza, nos proteja y nos ayude a encontrar los verdaderos, los rectos y justos caminos de futuro en esta hora crucial de nuestra historia común y compartida de siglos.
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